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De Butanera a Bucanera

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5 de junio de 2004. Tres años hace ya, pero hoy todo vuelve a parecerse a aquel día aunque muchas cosas han cambiado. Apenas recuerdo pequeños detalles de aquel día. Del último día que me subí a un escenario sin contar el ensayo de ayer. Con nuestros anchísimos pantalones naranjas y la camiseta a juego que no conseguíamos ponernos bien por las mangas tan incómodas. Las butaneras nos llamaban, y nosotras nos reíamos con el cachondeíto. Hoy, pantalones piratas, camiseta con calavera y pañuelo pirata. Somos las bucaneras.

¿Nerviosa? Ansiosa diría yo. Muerta de ganas por volver a subir. El escenario es adictivo. Lo pasas mal antes de subir la primera vez, pero una vez has estado allí, ya no bajarías nunca. Entras al vestuario y todo son prisas. Da igual que te sobre media hora, todo tiene que ir rápido para poder sentirte segura. Lo más divertido, la hora del maquillaje. Todas comparando la longitud de las rayas de los ojos, asegurándonos de que las sombras se parezcan, preguntándonos ¿parezco una puta con los labios tan rojos? Es curioso que prestemos tanta atención al detalle que menos se ve desde las butacas. Pero, ¿cómo vas a salir si no te sientes perfecta? Alguien nos llama, todas subimos las escaleras hacia el backstage. Esperas dejando todo el sitio que sea posible a las que salen del escenario y te colocas. Tercera cortina, tengo que salir, tengo que sacar la coreografía, estrenar el escenario para nuestro grupo. Visualizo la meta, suena la primera nota y salgo. Todo se olvida. Estoy ante el público. Pensar es decir demasiado, pero la mente tampoco está en blanco. Es como una cascada de ideas, la mayoría sin sentido, que caen sin que pueda hacer nada por pararlas, pero no importa porque estoy dándolo todo, disfrutando al máximo de cada segundo. No es sólo baile, es una pasión, es comunicarte mediante movimiento acompañado de música. Es un sentimiento expresado mediante el cuerpo. En cierto modo es como el sexo.

Y la música acaba. "¿Estoy en mi sitio? bien, eso es que no ha salido mal". Arrancan los aplausos y la adrenalina decide salir a bombardear el corazón. Te colocas, saludas y te vas. Ya está, ya ha acabado. Pero la adrenalina sigue ahí, si no fuera por ella probablemente las piernas no responderían. Todo tiembla todo se mueve. Alguien te abraza y te dice lo bien que ha salido, pero no importa,en este momento nada importa. El subidón es mejor que cualquier droga. Bajas las escaleras, te miras en el espejo del vestuario y lo sabes. Sabes que ha funcionado, que te ha gustado y que quieres más, pero ahora toca cambiarse y disfrutar de el resto de actuaciones.

Lo mejor de hoy, que todavía no ha terminado. Que dentro de unas horas viviré todo esto, y que una pequeña dosis de adrenalina ya recorre mis venas... ¡Cómo echaba de menos el subidón!

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