Día navideño

Me encantan los días de vacaciones. En vez de levantarme a las 8:30 como mis últimos días de rotación (en enero se me acaba lo bueno...), me levanto a las 9:00; en vez de despertarme con la música de la radio, me despierto con los gritos de mi madre y en vez de ir al hospital a divertirme, me quedo en casa fregando, que mola mucho más. Aunque hoy ha sido diferente, porque entre los gritos he oído algo en plan: "...que vamos aquí detrás a mirar lo de tu regalo". Claro, yo toda ilusionada me he quitado las legañas y he salido de casa tan contenta, pero lo de ir ahí detrás a por mi regalo se ha convertido en ir allí a por la primitiva, al otro lado a por los filetes (por favor que me digan de dónde ha salido ese pollero... con esos brazos... esos tatuajes...), al otro a por la verdura y al de más allá a por el embutido, pasándonos de paso por todas las tiendas del barrio donde había caído la terminación a ver si ya cambiaban la papeleta para el Niño, con sus correspondientes charlas sobre dónde ha caído el gordo y que nunca toca aquí (yo tengo una teoría sobre que los que salen en la tele son actores... pero nadie me cree...).

El caso es que después de tres horas fuera de casa escuchando villancicos en las farolas, un encuentro inesperado que me ha ilusionado mucho y unas 7 tiendas vistas (sólo para mi regalo, que en total han sido más), he encontrado lo que quería en la última que nos quedaba por mirar (¿dónde si no?) y después de un par de líos, hace un ratito que he podido estrenar mi primer regalito de reyes, que seré antinavideña pero los regalitos me gustan cualquier día del año. Por cierto, no es una cámara digital, por si hubiera algún interesado/a...

Al fin de vuelta a casa, voy a volver al escondite de donde me han sacado porque el bajón navideño ya ha hecho acto de presencia. Yo creo que es por el polvorón que me comí ayer (el primero del año), la Navidad ha entrado en mí...
Si me necesitáis podéis llamarme, pero no voy a contestar que no tengo saldo, o mirar debajo de la cama, que andaré allí reconciliándome conmigo misma porque con el mundo soy incapaz de hacerlo.