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El final del cuento de hadas

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Anoche en el botellón tuvimos una buena charla en el bordillo (como todas), y hoy me ha dado por pensar. Ya no creo en los cuentos de hadas y, aparte de la ñoñería desmesurada, uno de los motivos es que nunca nos contaban los finales por completo. Sí, la princesa conocía a su príncipe, se casaban y vivían felices y comían perdices... pero... ¿y luego?
Nadie nos contaba que el príncipe le echaba a las hermanastras todos los polvos que limpiaba la Cenicienta; o que el marido de la bella durmiente llegaba tan 'cansado' de trabajar que ya no la hacía mimitos (por eso ella -aburrida- dormía tanto, sobre todo después de los polvos); o que el príncipe de Blancanieves era un celoso compulsivo que no la dejaba hablar con hombres y menos aún con bajitos; o que el general de Mulán la dejó porque ella le superó laboralmente; o que el príncipe de Rapunzzel (el que trepaba por la trenza) resultó ser un peluquero gay; o que la Bestia dejó a la Bella cuando le salió la primera arruga... y así un largo etcétera. En definitiva, nadie nos contó que no existían los hombres perfectos ni las relaciones perfectas. Hace mucho ya que dejé de creer en el prícipe azul. Por eso mi cuento favorito siempre ha sido 'Alicia en el país de las maravillas', porque es como la vida misma: un grupo de personas puestas hasta las orejas persiguiedo un conejo, mientras la gente de su alrededor se iba poniendo más: fumando en pipa, comiendo setas alucinógenas que distorsionan la realidad, bebiendo 'té' (que a saber lo que llevaban las tazas). Luego había un gato con una pinta muy rara que les transportaba a un 'mundo alternativo' (en cristiano: su camello pasándoles cosas muy raras) y un rey y una reina (en cristiano: papi y mami) que le querían cortar la cabeza a la niña (a ver, llegando así a casa...), la cuál se despierta totalmente atontada (más aún) y sin saber muy bien donde está (en cristiano: una resaquita de las flojas). ¿Que no se parece a la vida?, qué poco salís de marcha...



Ahí os dejo una fotico del gatito, que siempre me ha parecío un tío guay (sobre todo por cómo vacilaba a la niña) y una dedicatoria a todos los que aún creéis en cuentos de hadas, que seguramente seréis de las personas más felices de la Tierra. A los que no, no os preocupéis, siempre nos quedará el mundo de Alicia (que no, que es coña, no os droguéis que es malo). Se puede ser feliz aún viviendo en la realidad.

Muchos besitos a mis niñas sobre todo Angy y Mary que habéis inspirado esta entrada. Que vuestro cuento de hadas dure para siempre, pero no comáis perdices que se quedan muy duras. Be happy my friends.

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