Un paseo a la orilla del Guadalquivir

Y el grito: ¡Mira tía, el puente del Aramillo, el de "Nadie conoce a nadie". Así comenzó la aventura sevillana para Sandra y para mí (que Espe y la Mary ya estaban allí). Y nuestras felicitaciones para la pequeña que cumplía 21. Tras la barbacoa en familia, nos fuímos a casa de Curro, que nos la prestó para toda la semana:




A partir de ahí ya empezó el desparrame de estupideces mentales. Fueron saliendo una tras otra. Se nos ocurrían en la casa, en el coche, en la calle, en los parques, en las tiendas, en los bares, y ¿cómo se llaman estos que son como lacitos? lacitos...

Viajes de ida y vuelta en Kiwi (un Clio dorado, nadie sabe de dónde viene el nombre) entre Dos Hermanas y Sevilla discutiendo porque nos ponían El Llamador (programa de retransmisión de procesiones) constantemente o porque la música era un pelín repetitiva: Pereza, La Oreja, Eros, Melocos, Bosé, ¡Por favor! Amistades Peligrosas (en tono despectivo) o Shakira




Luego llegó aquel Jueves que escribí desde el portátil de Espe. Ese día maldito en el que todo nos salía mal. Empezamos sin agua caliente en la ducha, luego la del grifo sabía a veneno por lo menos, de paseo por el Parque de Maria Luisa se nos ocurrió la genial idea de alquilar un ciclo-bici (una bici para 4) en la que sólo pedaleábamos Espe y yo (grrr) y mira que le preguntamos al tío: Si llueve ¿nos mojaremos? y nos aseguró que no, que la lonita del techo nos cubría, que a no ser que cayera un buen chaparrón... y cayó. Aún le tienen que estar pitando los oídos al "Trozo Desgraciao". Luego las gitanas nos leyeron las manos (no quiero comentarios al respecto). La Plaza de España en obras de la M en adelante. Otro chaparrón de los que llueven de abajo hacia arriba y alguna cosilla más. Total, que en un día así decidimos encerrarnos lo que nos quedaba de tarde hasta la Madrugá en casa... con las consecuencias que aquello desató: Chupimú (más información mañana).

boomp3.com

¡Qué raro Espe! ¡Te están llamando!

Pasaban los días y aumentaba el desorden de la casa, el cansancio, las bombillas que se apagaban de repente; aumentaba el alcohol, los juegos y los conciertos de la cansá de la guitarrita que se aprendió 4 acordes y los repetía constantemente. Para superarlo, y por algún motivo más, Sandra (¡Ay Piticli bonico!) se enganchó al portatil y yo a Anatomía de Gray en el móvil de Mary (¡Uf!, qué mala pinta tiene esa herida, trae el visturí).

El Peluchito de los ******* entró en nuestras vidas y a mí por lo menos me dieron ganas de quitármela... Y la noche de los chupitos. Aquella noche en la que cogimos un juego de chupitos de Curro y nos ventilamos más de media botella de Ron-Miel, una de licor de mora, casi una de Martini y media de Cacique... y pasó lo que pasó, llevas unos chupitos de más, juegas al atrevimiento o verdad, porque daba la casualidad de que siempre caíamos ahí y en el quítate ropa y bebe... y acabas como acabas... Las 4 y sin dormir y a las 7 había que estar arriba. Resultado: me levanté yo a ver a Alonso, me quedé dormida y me desperté cuando quedaban 5 vueltas, fui a la habitación (que se suponía que se habían duchado todas ya) y me uní al grupo: edredón y a sobar.

Total, que muchas procesiones (lo mejor el momentazo ¡¡Guaaarros, Guaaarros!!), muchas caminatas, muchas fotos (casi 500 y habrá como 15 o 20 que no sean parte de nuestro book), mucho cachondeo, pero sobre todo, mucha gilipollez.

¿Cuándo volvemos?

¡¡Gracias Peke!!

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